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Thursday, August 12, 2010

La no selectividad de estudiantes en algunas universidades privadas: ¿problema u oportunidad social?

Partamos el análisis definiendo lo que entendemos por selectividad de estudiantes. En estricto rigor, en un sistema universitario que busca conducir sus diversos procesos bajo el paradigma de la calidad, la selectividad se entiende como la selección de vacantes académicas reservadas exclusivamente a ciertas élites de estudiantes (en términos de prestigio, podríamos insertarla dentro de la dimensión vertical del Plan Estratégico de la institución). En palabras de Brunner (2007, p. 223), “la diferente reputación de las instituciones (generada por el prestigio de sus académicos, el nivel selectivo de sus alumnos y su trayectoria reputacional) se transmite a las credenciales de sus graduados”. Es decir, son factores críticos de éxito en la obtención de empleos y en el prestigio de la institución de origen. Por cierto, “vacante académica” implica la provisión de cupos por carrera sobre la base de una oferta educativa sustentada científicamente en estudios de mercado y ofrecida en relación a las condiciones de infraestructura, de instalaciones, y de recursos humanos con que efectivamente cuenta la institución para conducir una docencia universitaria responsable.

Por tanto, la selectividad está relacionada directamente con el contexto interno y externo de la institución, es decir, en el mejor de los casos, debe evidenciarse una suerte de equilibrio entre la realidad institucional (capacidad de respuesta) y la realidad nacional (demandas socio-educativas). En este sentido, las instituciones que responsablemente orientan su quehacer académico hacia la docencia, investigación, extensión y gestión, normalmente gozan de mayor prestigio y consecuentemente establecen necesariamente mecanismos de selección estudiantil. De este modo, las universidades chilenas integrantes del Consejo de Rectores emplean diversas pruebas para seleccionar a sus estudiantes. El último instrumento estandarizado que conocemos es el paquete de cuatro Pruebas de Selección Universitaria (PSU), las que son desarrolladas, administradas y gestionadas por el DEMRE (Departamento de Evaluación, Medición y Registro Educacional) de la Universidad de Chile. Los postulantes a las universidades deben rendir en forma obligatoria la prueba de Lenguaje y Comunicación y la prueba de Matemática y elegir entre la prueba de Historia y Ciencias Sociales, y Ciencias (esta última incluye Biología, Física y Química).

Estas pruebas son instrumentos de evaluación que miden la capacidad de razonamiento de los postulantes en áreas básicas del Plan de Formación General de la Enseñanza Media. Sin embargo, algunas universidades chilenas, debido a su contexto interno, no están en condiciones de hacer una selección de estudiantes a través de este conjunto de pruebas, y en muchos casos, a través de ningún mecanismo de selección. Al respecto, Brunner (2009, p. 1) sostiene que "La Prueba de Selección Universitaria debe ser revisada, pues le importa vitalmente a un grupo pequeño de universidades, que son las más selectivas. Hay muchas otras a las que no. Debiéramos tener múltiples instrumentos diferentes, uno de los cuales tendría que ser una prueba del estilo de la PSU". Y tiene mucha razón, pues la realidad contextual de algunas universidades privadas no les permite competir de igual a igual por estudiantes selectivos. Aquí claramente nos encontramos con un serio problema en materia de políticas educacionales, las cuales apuntan a todas las instituciones por igual, sin fijarse en las diferencias que surgen como producto de realidades contextuales muy dispares.

Sin embargo, con lo anterior no quiero justificar la falta de selectividad. Muy por el contrario, simplemente estoy describiendo la realidad que muchas universidades privadas están enfrentando en materia de reclutamiento estudiantil. En otras palabras, esto quiere decir que si dichas universidades actuaran con el mismo criterio seleccionador, se quedarían literalmente sin estudiantes. Esa es la fría realidad. Por lo demás, el neoliberalismo en la educación suele actuar con frialdad calculadora. Bien, volvamos a la cuestión de fondo. La selectividad en muchas universidades privadas podría restringir el ingreso de estudiantes a sus planteles. Desde mi óptica, en rigor, éste no constituye un problema sino más bien una oportunidad para demostrar la responsabilidad social universitaria que les corresponde asumir a las instituciones de educación superior ante las nuevas demandas sociales. Por cierto, esto implica el diseñar, instalar y evaluar un conjunto de prácticas institucionales que forman parte de la estrategia corporativa de las universidades y que tienen como propósito evitar y/o producir daños sociales a todas las partes involucradas de alguna forma en el quehacer académico (estudiantes, docentes, administrativos, directivos, accionistas, comunidad y entorno).

Entonces, cabe preguntarse, si no hay selección de estudiantes, ¿se hacen cargo las universidades de aquello? En realidad, es crítico el que las universidades no tengan procesos de selección de estudiantes, pues esto supone no exigir la PSU como requisito de admisión, o bien no contar con diferentes procesos de admisión, tales como pruebas especiales y/o entrevistas personales. Si no existen estos mecanismos de selectividad, entonces la universidad debe estar dispuesta a asumir su responsabilidad social al tomar dicha decisión. Es precisamente en este aspecto en donde se abre una interesante oportunidad social para la institución: el hacerse cargo de manera responsable de la falta de competencias básicas de sus estudiantes en las áreas de comprensión lectora, escritura, aritmética y ciertas aptitudes sociales necesarias para el normal desarrollo académico y la sana convivencia universitaria.

Por tanto, el grave error que se comete en algunas universidades privadas con debilidades contextuales, está en comenzar la formación profesional de los estudiantes de primer año, simplemente aplicando los programas de estudio tal cual estos fueron formulados tomando como marco referencial otros contextos universitarios de prestigio. En otras palabras, ante una población estudiantil académicamente muy heterogénea y con visibles debilidades cognitivas, una decisión acertada es primero realizar un diagnóstico de entrada para determinar las correspondientes acciones propedéuticas y/o remediales. De lo contrario, las posibilidades de fracaso académico concluirán rápidamente en altas tasas de reprobación y/o deserción. Son precisamente en estas acciones en donde las universidades tienen la gran oportunidad social de hacerse cargo de manera responsable de su apertura a todos.

Es más, la provisión de programas propedéuticos y/o remediales centrados en el estudiante para hacer frente a un proceso de admisión no selectivo, es muy bien valorado desde la perspectiva de la evaluación externa. A la larga, ello reflejaría un proceso creciente de toma de conciencia institucional acerca de la necesidad de impulsar medidas tendientes a nivelar las competencias de entrada de los estudiantes con mayores desventajas académicas. Adicionalmente, la institución debe contar con evaluaciones sistemáticas del impacto de dichas acciones en el rendimiento académico de los estudiantes y en relación al conjunto de las asignaturas que conforman la malla curricular de cada carrera.

En tal sentido, el trabajo académico sinérgico constituye un factor crítico de éxito (FCE) tanto en la evaluación de la dimensión estudiantil, docente como institucional. Por otra parte, no olvidemos que la reputación de las universidades reside principalmente en sus académicos. A modo de referencia, en el sistema de clasificación de universidades del World University Rankings del The Times Higher Education (THE), que evalúa el prestigio comparativo entre instituciones de educación superior, destaca de manera significativa el indicador académico con un 40% del peso total de la escala.

En suma, la no selectividad estudiantil se transforma en una excelente oportunidad para que las universidades demuestren su actuación social con reputación lograda a través de sus académicos, a través de desempeños proactivos, bajo el paradigma de la calidad educativa, con capacidad de respuesta efectiva, y con una fuerte responsabilidad social universitaria, aspectos que, en su conjunto, posicionan a las instituciones de educación terciaria en una posición de liderazgo en el competitivo mercado del prestigio universitario.

BIBLIOGRAFÍA

Brunner, J.J. (2009). Tipología y características de las universidades chilenas. Documento para comentarios. Recuperado el 25 de julio de 2010, de: http://mt.educarchile.cl/MT/jjbrunner/archives/Tipol%26Caract_080209.pdf
Ordorika, I. y Rodríguez, R. (2009). El ranking Times en el mercado del prestigio universitario. Artículo. Recuperado el 6 de agosto de 2010, de: - http://www.dgei.unam.mx/ranking_time.pdf
Vera, F. (2010). La investigación de mercado: una herramienta para las instituciones educativas inteligentes. Artículo. Recuperado el 29 de julio de 2010, de: http://trabajosfernandovera.blogspot.com/2010/02/la-investigacion-de-mercado-una_26.html

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