Convengamos en que la educación para el desarrollo
sustentable es un concepto emergente, pero dinámico que, a mi juicio, comprende
una nueva visión de la educación que busca responsabilizar a las personas de
todas las edades por la creación de un futuro sustentable. Para los educadores
este nuevo desafío o curso supone educar para pensar y actuar responsablemente. En este sentido, este nuevo
paradigma educativo impela a los estudiantes a aprender a diseñar e implementar
acciones que contribuyan a un futuro más sustentable. Pero, ¿qué entendemos por
desarrollo sustentable? La definición más común surge del Informe de Brundtland
de 1987 que lo define como aquel desarrollo que satisface las necesidades
del presente, sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de
satisfacer sus propias necesidades.
Desde el punto de vista del diseño y desarrollo
curricular, la sustentabilidad se visualiza como una dimensión transversal,
que nos entrega a los curriculistas flexibilidad para incorporar áreas de
aprendizaje que impulsen la reflexión no sólo sobre materias medioambientales,
sino también sobre la ciudadanía y la construcción de valor incuestionable de democracia, respeto hacia las personas y derechos humanos. Más
específicamente, un currículo orientado al desarrollo sustentable debe incluir
desarrollo personal, autoafirmación, desarrollo del pensamiento crítico, ética
y valores, con un fuerte foco en las personas y en el medio ambiente.
Por cierto, el desarrollo sustentable requiere de
ciudadanos activos e informados, que sean capaces de gestionar su conocimiento,
resolver problemas y tomar decisiones correctas acerca de los complejos temas
ambientales, económicos y sociales que nuestra sociedad está enfrentando. Para
lograr esto, se necesita de una alta
cuota de aprendizaje organizacional y social, con foco en las personas y
el medio ambiente. Esto involucra no sólo programas de capacitación
específicos, sino un cambio de cultura que integre el comportamiento
individual, comunitario y corporativo, con visión de cambio sustentable. Por otra parte, el aprendizaje organizacional y social implica mucha reflexión, a menudo
estimulada por líderes transformacionales y modelos mentales que promuevan la
autonomía responsable, tanto por las acciones presentes como por las potenciales
consecuencias de éstas para las futuras generaciones.
Ahora bien, desde la perspectiva del aprendizaje organizacional y
social, visualizamos el desarrollo sustentable más como una visión catalítica
que un mero concepto técnico. De hecho, según el Informe “Education for Sustainability – From Rio to Johannesburg", de 2002, en el último tiempo, hemos
aprendido las siguientes tres lecciones:
- El desarrollo sustentable es más un precepto moral que un concepto científico, vinculado con nociones de paz, derechos humanos y justicia, que se entrelazan con teorías de ecología o calentamiento global.
- Aunque el desarrollo sustentable involucra las ciencias naturales, la política y la economía, es esencialmente un tema cultural: se ocupa de los valores y de la forma en que percibimos nuestras relaciones con los demás y con el mundo natural.
- El desarrollo sustentable nos exige reconocer la relación interdependiente entre las personas y el medio natural. Esta interdependencia significa que ningún objetivo social, económico, político o medioambiental debe ir en detrimento de otros.
- Sistemas biofísicos, que sustentan toda la vida (humana y no humana);
- Sistemas económicos, que sustentan las condiciones de vida de todos (trabajo, dinero);
- Sistemas sociales, que entregan los medios para que las personas vivan juntas, en paz, equidad y con respeto por los derechos humanos y la dignidad; y
- Sistemas políticos, a través de los cuales el poder se ejerce con justicia y democracia para tomar decisiones acerca de la forma en que los sistemas sociales y económicos utilizan el medio ambiente biofísico.
Principios
para una vida sustentable
Aunque existen diversas aproximaciones a este tema, en mi opinión, todo currículo que pretenda incluir el desarrollo sustentable debe impulsar y hacerse cargo de los siguientes aspectos:
- Respeto y cuidado hacia todas las especies;
- Mejoramiento de la calidad de la vida humana;
- Protección de la biodiversidad;
- Ciudadanía;
- Interdependencia multi-sistémica;
- Protección de las fuentes no renovables;
- Desarrollo de la civilización dentro de la capacidad limitada de la Tierra;
- Cambio de actitud y comportamiento personales;
- Adaptabilidad a todo tipo de cambio;
- Cuidado por el medio ambiente;
- Actuación con justicia y respeto hacia las personas, sin ningún tipo de discriminación;
- Participación activa de las personas en la toma de decisiones;
- Reafirmación y respeto por las etnias;
- Cultivo y responsabilidad compartida por el bienestar;
- Pensamiento crítico;
- Pensamiento creativo; y
- Cambio e innovación.
En
síntesis, estas transformaciones curriculares son clave y, en esencia, exigen
un profundo cambio cultural. De no intervenir la cultura, veo algo complejo
instalar la idea de una relación interdependiente entre los sistemas
subyacentes. Aquí, el liderazgo transformacional, ejercido por los tomadores de
decisiones, es un factor crítico del éxito para la infusión de un precepto más
moral que técnico. Desde cualquier punto de vista, este nuevo paradigma exige liderar, educar y aprender
responsablemente. Esta es la competencia de base para abordar el considerable
desafío y la gran oportunidad que la sustentabilidad presenta actualmente a la educación superior.
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