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Monday, March 23, 2015

Las habilidades blandas en el currículum universitario

¿Por qué las habilidades laborales son importantes hoy en día?

Porque las empresas se han dado cuenta de que el conocimiento y la experiencia no bastan para ser competitivos en el mercado laboral actual. Nadie puede dudar sobre la importancia de las habilidades blandas en los profesionales de este siglo.  Hoy los ambientes laborales son menos dictatoriales y más sociales o virtuosos. Así lo ha entendido nuestra universidad, integrando en su currículum la formación de un conjunto de macro habilidades laborales, relacionadas con la comunicación efectiva, el liderazgo, el trabajo en equipo, y la resolución de problemas, que marcarán una ventaja competitiva y comparativa en nuestros egresados. También existe consenso, entre los empleadores, en que muchos profesionales demuestran brechas en sus habilidades comunicativas, su capacidad para trabajar en equipo, y liderar personas. Otros tienen dificultades en procesos de razonamiento cuantitativo, gestión de proyectos, gestión del conocimiento y metacognición, entre otras capacidades socioemocionales y de pensamiento superior, que son críticas para un desempeño profesional exitoso.

Entonces, para conseguir y mantener un trabajo, no necesitamos  solo el tradicional  repertorio de habilidades técnicas. Por el contrario, en plena sociedad del conocimiento, la industria necesita profesionales con actitudes positivas, siempre dispuestos a colaborar, que sepan comunicarse, que sean capaces de resolver problemas, y que puedan ejercer una posición y liderazgo en la organización, entre tantas otras capacidades generativas.
En el plano educativo, ¿ganamos más de un docente que sólo nos transmite contenidos o de uno que nos hace pensar e ir siempre más allá? Como lo veo, existe una gran brecha entre las habilidades técnicas o duras y las habilidades laborales o blandas. Son estas últimas las que nos abren puertas. Nuestra ética, nuestra orientación hacia el trabajo en equipo, nuestro entusiasmo, nuestra necesidad por compartir, nuestra competencia comunicativa, nuestra inteligencia emocional, y todo el conjunto de atributos que nos diferencia como personas y profesionales son las llamadas “habilidades blandas”, cruciales para el éxito laboral.
El problema está en que, al menos, en nuestro contexto, estas habilidades se ven algo ausentes, tanto en ambientes educativos como laborales. Sólo basta con pedirle a un compañero de trabajo que colabore con nosotros, para darnos cuenta si efectivamente exhibe dichas capacidades; está en proceso de integrarlas; o simplemente no le hacen sentido.
La brecha competencial
Cuando nuestra fuerza de trabajo tiene muchas habilidades técnicas, pero no exhibe habilidades blandas, entonces, estamos frente a una brecha competencial. Son las habilidades blandas las que acompañan y potencian a las habilidades duras. Por ejemplo, si eres muy bueno en algo y no lo compartes, si escasamente saludas, no socializas lo que haces, ni tampoco te das el tiempo de aportar con ideas al equipo, entonces tienes un problema de brecha competencial.
De hecho, si eres incapaz de capitalizar tus conocimientos y experiencia con quienes trabajas, entonces debes autoevaluar tu nivel comunicativo y tus habilidades interpersonales. El esquema de trabajo ha cambiado. Hoy, la dinámica interpersonal no puede ser ignorada. Las acciones de escuchar, presentar ideas, resolver problemas, y promover el aprendizaje organizacional son clave para construir y mantener relacionas laborales honestas y mutuamente beneficiosas.
Pero, ¿cómo las enseñamos?

Esta es una interrogante que me ha tenido muy ocupado  y motivado en el último tiempo. Soy un convencido de que necesitamos trabajar desde un enfoque multi-perspectivista y supra-disciplinar, que supone un cambio paradigmático profundo. Bien, aquí los docentes universitarios tenemos un gran desafío, pues si bien estas habilidades son transferibles, nos obligan a re-pensar nuestras experiencias de aula, es decir, integrar el mundo real, formar desde la dimensión emocional y experiencial, erradicar la clase frontal, producir cambios transformacionales en nuestros estudiantes, y, en definitiva, atreverse a innovar.  También nos exige salir de nuestros silos disciplinares y re-evaluar nuestras concepciones sobre la enseñanza y el aprendizaje, vale decir, necesitamos abrirnos al aprendizaje, re-aprendizaje, y des-aprendizaje, y, adicionalmente, instalar en las organizaciones educativas una cultura del trabajo en equipo, bajo un enfoque sistémico, y con una alta cuota de reflexión.


En síntesis, la clave parece ser integrar el concepto de “cambio”, que está instalado prácticamente en todas partes. Como docentes universitarios, necesitamos renovarnos, aprender incansablemente, inventar nuevas prácticas, crear una cultura de la reflexión, y mirar más allá de nuestra frontera disciplinar, que es como, en parte, concibo el cambio transformacional. Sinceramente, creo que solo el cambio nos permite satisfacer los crecientes desafíos de la competencia global, de los nuevos mercados y las necesidades socioeducativas de una generación de estudiantes  cada vez más diversa, impaciente, osada, y mucho más multimodal. Como dice el gran aventurero Karl, “Sin cambio, no hay aventura en la vida”.

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