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Wednesday, February 24, 2010

Estado del arte de la profesión u oficio de traductor e intérprete: un discurso crítico desde la práctica

A. Resumen

En este ensayo analizo de manera crítica la profesión de traductor e intérprete, tomando como referencia la realidad nacional, las necesidades lingüísticas surgidas de los procesos de globalización, mi propia observación de la sociedad, y mi experiencia como traductor free-lance, por más de veinticinco años. También considero el análisis de los comentarios que emiten traductores titulados o egresados de la carrera sobre su profesión y las oportunidades laborales en diversos foros de discusión disponibles en Internet. Más que dar respuestas a esta problemática, describo esta realidad social comparando la situación actual del traductor titulado en relación al traductor no titulado. Sin embargo, de la lectura usted podrá inferir sus propias conclusiones.

Palabras claves: traducción, interpretación, competencia lingüística, competencia pragmática.

B. Abstract

In this essay I present a critical analysis of the translation and interpretation profession, taking as a reference the language needs emerged from globalization processes, my own observation of society, and my own experience as a freelance translator, for more than twenty-five years. Moreover, I also analyze the comments posted by certified and graduated translators about their profession and job opportunities, which you could find in numerous discussion forums available on the Internet. More than giving answers to this issue, I describe the social reality of this profession by comparing the current situation of certified translators in relation to non-certified translators. However, you could draw your own conclusions based on what you read.

Keywords: translation, interpretation, linguistic competence, pragmatic competence


Introducción

En plena era de la globalización y los tratados internacionales, el traductor se ha convertido en el enlace comunicacional por excelencia entre dos o más idiomas, que, por lo demás, suponen sistemas lingüísticos y culturales diferentes. Hoy en día, la labor del traductor ha traspasado las fronteras. Se habla incluso de un profesional glocal[1], aludiendo a sus conocimientos de la realidad nacional y global, y a sus competencias tecnológicas. Entre las exigencias propias de la ahora profesión están el dominio de, al menos, dos lenguas extranjeras y el manejo fluido de tecnologías de la información. Por ejemplo, no es lo mismo utilizar Microsoft Word como una simple máquina de escribir que utilizarlo de manera profesional. Tampoco da lo mismo hacer búsquedas en Internet simplemente escribiendo una palabra o frase que utilizar estructuras sintácticas de búsqueda especializada.

En lo que respecta al dominio lingüístico de una lengua extranjera, es un hecho que éste no se logra ni en cuatro ni en cinco años. Muy por el contrario, dicho aprendizaje supone mucho estudio, investigación, y práctica. A modo de ejemplo, mi experiencia como traductor free-lance se sustenta exclusivamente en mis conocimientos lingüísticos de diversas lenguas, principalmente del idioma inglés, y esencialmente en la práctica obtenida a través de la traducción documental de innumerables proyectos, informes técnicos, licitaciones internacionales, manuales, contratos, etc.

Así, este interesante campo profesional representa grandes desafíos relacionados precisamente con el aprendizaje de lenguas extranjeras (al menos dos), dominio lingüístico y pragmático tanto de la lengua materna (L1) como de las lenguas extranjeras (L2), aplicación, buenos contactos, creatividad, proactividad, curiosidad, capacidad investigativa, etc. En los siguientes apartados analizo esta actividad tanto desde la realidad que he observado en nuestro país como de mi propia experiencia como traductor free-lance por más de veinticinco años.

El campo laboral

En el competitivo escenario del campo laboral que enfrentan los traductores e intérpretes, he constatado que a los egresados de esta carrera les resulta cuesta arriba la obtención de buenos trabajos o de servicios free-lance sobre una base regular, pues las ofertas laborales son muy restringidas y selectivas. Los honorarios pueden variar dependiendo de la dinámica de la oferta y la demanda, de la lengua meta, e incluso del área temática.

Por otra parte, es un hecho en nuestro país que la mayor parte de los buenos trabajos en este campo es controlada por un reducido conjunto de agencias y profesionales de reconocida reputación. Esto queda evidenciado en una investigación que realicé, tomando como referencia diversos foros de discusión que mantienen estudiantes y egresados de esta carrera sobre el tema y que están disponibles en Internet. Así, pude constatar que el 90% de los participantes en dichos foros manifestaba no haber encontrado un trabajo estable y que las traducciones eran escasas.

Por otra parte, al analizar el discurso escrito de dichos foros, me pude dar cuenta que los participantes presentaban además preocupantes niveles de frustración. También me di el tiempo de analizar el nivel de dominio lingüístico que los sujetos estudiados exhibían de la lengua materna (L1). No olvidemos que estos foros constituyen comunicaciones asincrónicas, es decir, se dispone de tiempo para pensar y elaborar un mensaje coherente, por lo que la tasa de errores debiera ser más bien baja. Sin embargo encontré diversos problemas lingüísticos relacionados con la redundancia lexical, la incoherencia fraseológica observada por un orden sintáctico incorrecto, y la alta tasa de errores ortográficos.

Cabe hacer notar que los problemas lingüísticos que se tienen en la lengua materna (L1) se transmiten indefectiblemente a la lengua extranjera (L2). De acuerdo a González (s.f.), “Todo usuario lingüístico domina una serie de competencias que le permiten la integración sociocultural. Tal usuario es competente en su lengua y cultura maternas, pero no así en una lengua y cultura extranjeras” (p. 1). En otras palabras, no es posible dominar una lengua extranjera si no se domina primero la propia lengua.

Ahora bien, quienes declaraban estar trabajando como traductor[2] sostenían que se debía al factor “suerte”. Este hecho me llamó mucho la atención, pues la “suerte” es un factor que no podemos controlar y que tampoco regula el mercado. Más aún, en los mensajes analizados pude constatar que los sujetos entendían que las oportunidades laborales estaban más bien relacionadas con el ejercicio liberal de la profesional, lo que en este campo se llama frecuentemente trabajo free-lance, que con la obtención de contratos con los clientes. Sin embargo, salvo en un caso, no observé en el discurso pistas textuales que me indicaran un manejo efectivo de la capacidad de autogestión y de creatividad para la generación de empleos.

Lo anterior viene a confirmar la prioridad que se da hoy en las organizaciones modernas a la incorporación de profesionales y técnicos bilingües en todos los niveles. Es común encontrar avisos de trabajo en los cuales, entre los requisitos que se exigen, está un buen manejo a nivel oral, escrito y lector del idioma inglés[3]. En general, son estos profesionales y técnicos quienes resuelven las situaciones lingüísticas cotidianas de la empresa. Para otro tipo de trabajos, las empresas recurren a traductores de experiencia que les garanticen un producto final de calidad. De esta forma, la traducción documental de proyectos, manuales de operación, y contratos, entre otros, se terciariza para reducir costes[4].

Como se puede apreciar, la necesidad de contratar traductores es extremadamente baja y en los casos en que se requiera de dichos profesionales, los sueldos son muy magros en relación a los honorarios que efectivamente se podrían obtener a través del ejercicio free-lance de la profesión.

Aunque respeto y valoro mucho la labor del traductor titulado, la realidad muestra que la mayor parte del trabajo en nuestro país, la realizan los traductores por oficio. Me refiero específicamente a profesionales bilingües de otras disciplinas, y, en menor grado, a profesores de idiomas, quienes como una actividad adicional han incursionado en este desafiante campo laboral. Esto queda corroborado en los propios foros analizados, en los cuales los traductores titulados o recién egresados aludían al monopolio que tendría un reducido conjunto de traductores y profesionales bilingües que serían quienes controlarían los trabajos de traducción en Chile. Se genera así una preocupante población de traductores titulados y de técnicos en traducción también titulados, que no encuentra trabajo y que se ve en la obligación de derivar a la pedagogía como una forma de aprovechar sus conocimientos lingüísticos. Sin embargo, en este caso, los resultados educativos son muy cuestionables.

La evidencia de dicha realidad social, se encuentra principalmente en la enseñanza básica, institutos de inglés y algunas universidades privadas que no exigen cualificaciones pedagógicas o en la cantidad de currícula de traductores que responden avisos de trabajo para profesores o instructores de inglés. De hecho, he observado algunas clases de inglés realizadas por traductores titulados encontrando serios problemas metodológicos y una fuerte inclinación hacia un enfoque más bien gramatical que comunicativo. Conozco a muchos traductores que finalmente optaron por hacer una licenciatura en educación[5] como un complemento a su carrera basal y una forma de conseguir empleo en el campo educacional y, de paso, para continuar vinculándose con el idioma.

Por otra parte, en el concierto internacional, la mayor parte de los traductores son profesionales de otras disciplinas que cuentan con algún curso o certificado en traducción. En los Estados Unidos, por ejemplo, los cursos de traducción son parte del currículum de muchas universidades. Es decir, no se estudia esta actividad como profesión. Algunas instituciones que ofrecen programas de este tipo son Georgetown University (Washington, DC) y el Monterey (CA) Institute of Foreign Studies. Más aún, la recordada Deanna Hammond (1942 – 1997), considerada como traductora de traductores, no era precisamente una traductora titulada. Sin embargo, fue una reconocida traductora profesional de español.

Las necesidades del país

En general, las instituciones educacionales que ofrecen la carrera de traducción e interpretación en nuestro país focalizan su campo laboral preferentemente en organismos internacionales, compañías editoriales, agencias de prensa, compañías importadoras y exportadoras, y empresas comerciales. Esto suena teóricamente bien pues los procesos de globalización exigen comunicarse con todo el mundo en un patrón lingüístico común. Sin embargo, cuando se trata de buscar empleo, las ofertas laborales son limitadas debido principalmente a la necesidad de terciarizar este servicio. Esto se evidencia en la nula aparición de anuncios de empleo en la prensa escrita y en los limitados trabajos de traducción disponibles en los principales buscadores de la red. ¿Qué ocurre?, ¿es que no existe la necesidad de traducir?

Paradójicamente, la necesidad hoy más que nunca es muy alta. Por lo demás, siempre ha estado presente a través de toda la historia de la humanidad. En palabras de Llácer (1997), “La traducción es una práctica tan antigua como el hombre, o al menos tanto como la historia de los pueblos de la tierra” (p.6). Como vemos, la figura del traductor siempre ha existido en nuestra historia cumpliendo una importante posición mediadora en la transmisión de la cultura, las ciencias y las tecnologías. Sin embargo, y como dicen los propios traductores en los foros, “la pega es sólo para los mejores”.

Traduttore traidore

En este campo laboral he tenido la dicha de haber conocido a muy buenos traductores por oficio, es decir, sin estudios formales, pero con una alta competencia lingüística y técnica en diversas áreas de especialización. Curiosamente, son ellos los que, en general, controlan el mercado. Este tipo de traductores ya tiene a su haber el dominio de una o más lenguas extranjeras, y su competencia en la traducción la han logrado de manera autodidacta a través de la práctica, las vivencias personales, la investigación, y la observación.

También me ha tocado evaluar el trabajo profesional de muchos traductores titulados, es decir, formados a través de la teoría, pero con escasa o nula práctica y contacto cultural. He encontrado que muchos traductores titulados presentan garrafales fallos lingüísticos y pragmáticos, especialmente cuando tienen que traducir desde el español como lengua fuente al inglés como lengua meta. En este sentido, la célebre frase acuñada por los italianos “Traduttore, traidore” (traductor, traidor)[6] cobra gran peso. Conocí esta frase hace unos veinticinco años cuando un profesor de lengua nos explicaba que los profesores de idiomas también podrían incursionar de manera responsable en el campo de la traducción.

Mi experiencia personal

Comencé en el campo de las traducciones, de manera fortuita, hace más de veinticinco años. Todo surgió por la solicitud que le hiciera una editorial a un amigo ingeniero de traducir o buscar que alguien tradujera unos documentos técnicos del área de tecnologías de la información. Pues bien, ya que por entonces yo impartía la asignatura de Inglés Técnico orientado a TI en un instituto profesional[7], mi amigo me pidió que hiciera la traducción. Se trataba de una traducción documental desde el inglés al español. Como joven, acepté el desafío sin pensar que me encontraría con muchos problemas, que son los mismos que los traductores titulados podrían enfrentar.

Para empezar, me encontré con una “jungla de acrónimos”[8], numerosos términos que ya conocía pero que aplicados a esta área adquirían un significado distinto, límites de carácter interlingüístico, y las complicaciones propias de los localismos terminológicos. Esto me llevó a instruirme rápidamente en el área de las tecnologías de información, aprender de las conversaciones con ingenieros en informática, y empezar a leer revistas y libros de la especialidad. El producto de esta metodología de trabajo lo plasmé en diversos glosarios especializados.

Mis primeras traducciones documentales me demandaron muchas consultas a fuentes especializadas, pues, en esa época, era simplemente un neófito en el área de las tecnologías de la información. Con la gracia divina y, en muy corto plazo, me convertí en el traductor oficial de las principales revistas especializadas del país. Luego, nuevamente a través de un contacto, incursioné en el área de la gestión ambiental y de recursos energéticos, siguiendo la misma metodología de trabajo que apliqué al área de las tecnologías de la información. Pero aquí me tocó traducir desde el español como lengua fuente al inglés como lengua meta. A corto andar me di cuenta que se trataba de un interesante desafío, que me gustaba, y para el cual disponía de la libertad para hacerlo (tiempo y soltería)[9]. Como una forma de asegurar mi calidad en las traducciones del español al inglés, le pedí a una amiga norteamericana que revisara mi trabajo. Situación que se mantuvo por unos tres años.

Dicha colaboración se mantuvo hasta que mi tasa de errores de traducción (lingüísticos y pragmáticos) se redujo al máximo, llegando a una versión confiable y de calidad. Luego de esta experiencia logré completa autonomía y autoconfianza en mis trabajos de traducción, preferentemente desde el español al inglés. De allí en adelante fueron apareciendo otros clientes desde empresas comerciales, editoriales y organismos nacionales e internacionales, lo que me forzó a prepararme en otras áreas de especialización. Por cierto, estos clientes llegaron principalmente por referencia de terceros y, ocasionalmente, por los avisos que yo publicaba en diversos medios especializados.

En mi caso, la traducción constituye un trabajo free-lance adicional, la cual realizo con mucha prolijidad, profesionalismo, y pasión. He logrado una extensa experiencia en este campo y he invertido mucho en viajes al extranjero y en recursos de apoyo a mi labor, por lo que valoro mi trabajo en su justa medida. No estoy de acuerdo con la sub-valoración que habitualmente se hace de la labor del traductor pues creo que este profesional, aparte de la perspectiva lingüística, psicológica, sociológica, cultural, y de especialización que debe dominar, debe manejar la perspectiva funcional-económica. Confieso que mis cotizaciones no son baratas, y que muchos las podrían descartar. Sin embargo, cuento con algunas empresas clientes fieles, con quienes trabajo sobre una base regular, y a quienes respondo con calidad, precisión, puntualidad y confiabilidad.

En mi práctica, he aprendido que el buen traductor se forma haciendo, instruyéndose en historia, cultura, sociología, semántica, lingüística aplicada, economía, política, tecnologías de la información, negociaciones internacionales, y en muchas otras disciplinas de interés. En este sentido la asemejo a la profesión de periodista. Me sorprende el nivel de domino temático que exhiben estos profesionales de la comunicación. Por cierto, un buen traductor y, con mayor razón, un buen intérprete debe sumergirse en la cultura de las lenguas hacia las cuales va a traducir o interpretar. Esto me ha llevado a viajar por Sudamérica, Norteamérica, Europa, Asia y Medio Oriente. Creo que no es posible sumergirse en otras culturas de manera teórica. Esto sólo se logra a través de las vivencias personales.

Por otra parte, estoy convencido de que en este particular campo no se puede ni debe improvisar. A modo de ejemplo, dentro de mi biblioteca personal dispongo de numerosos diccionarios técnicos bilingües en los idiomas español, inglés, francés, alemán y portugués (ya deben ser más de cincuenta). Believe it or not, muchas veces me ha tocado traducir desde el francés y portugués al inglés, actuando el español como lengua pivote. Dentro de mis recursos también he incluido el diccionario de la Real Academia Española, diversas versiones de diccionarios enciclopédicos monolingües en idioma inglés, un diccionario de sinónimos, un diccionario de filosofía, un paquete CAT (Computer Assisted Translation) en diversos idiomas, y finalmente un diccionario de latín y otro de griego. A esta lista he sumado numerosos glosarios técnicos a la medida que he elaborado durante más de veinticinco años de trabajo, y los cuales, en mi opinión, son más fiables que los propios diccionarios especializados. Y, aunque la labor del traductor free-lance es muy competitiva, también me contacto con redes de colaboración para resolver problemas específicos de traducción.

A lo largo de mi práctica profesional[10] en este campo, y por necesidades propias de la traducción, he aprendido a crear neologismos y adaptar términos a la lengua meta con mucha facilidad. Algunos autores sostienen que “el traductor nace no se hace”. Esto implica fuertes polémicas en torno al traductor no titulado (por oficio), hecho a través de la práctica, y el traductor titulado, formado a través de la teoría.

Cabe señalar que esta labor recién empezó a estudiarse como profesión a principios de los años 60 por lo que la teoría y la investigación aún son muy incipientes. De hecho, se observa una falta de investigación en el campo de la traducción documental y literaria que incluya investigaciones sobre la variedad lingüística, las marcas estilísticas, la calidad de la comunicación, la transdisciplinariedad, la empleabilidad, y la problemática comunicativa e interlingüística, entre otras. Sin embargo, la traducción ha estado presente en toda la historia de la humanidad. Entonces me pregunto, ¿se puede estudiar algo que no se puede enseñar?

Pastelero a tus pasteles

Me viene a la memoria el apotegma popular “pastelero a tus pasteles”, tan mencionado hoy en día con ocasión de la conformación de un equipo de profesionales de excelencia que proclamara el presidente electo de Chile, señor Sebastian Piñera. Tres condiciones destacan en dicho enfoque: formación profesional, experiencia laboral, y trayectoria académica. Pues bien, a la hora de traducir, esto adquiere gran relevancia. Entiendo muy bien lo que esto significa e implica. Más aún hoy cuando nuestras actuaciones profesionales deben adscribirse al paradigma de la calidad[11]. En este contexto, creo que la labor traductora se sustenta principalmente en la práctica, la sensibilidad lingüística, la observación crítica y reflexiva, la capacitación profesional, la inmersión en diversas culturas, la investigación personal, el manejo tecnológico, y el desarrollo académico.

Por ejemplo, y aunque me identifico plenamente con dichas capacidades, en mi experiencia como traductor profesional he aprendido a aceptar trabajos exclusivamente si estos se encuentran dentro de mis áreas de especialización. Si no cumplen con esta condición simplemente los derivo a otros profesionales. En realidad, la derivación ha de ser una práctica permanente en todas las profesiones. Con esto deseo subrayar la ética profesional, la responsabilidad, y el peso que conlleva la labor del traductor y la necesidad de la especialización.

La traducción documental

Dentro de la perspectiva documental de la traducción, a mi parecer, no todos los profesores de idiomas pueden convertirse en traductores profesionales (en el sentido de calidad). En este caso, influyen diversos factores relacionados con el conocimiento profundo de ambos idiomas[12], la sensibilidad lingüística para aprender diversas lenguas, en el plano teórico está el manejo de estrategias de traducción, la propia interferencia de la formación pedagógica, el manejo de tecnologías de la información, los intereses personales, el conocimiento del mercado laboral, y el conocimiento de la cultura de las lenguas a donde se va a traducir.

Según Hammond (1992), se requiere, además, entender la terminología específica del tema sobre el cual se va a traducir, y tener conocimiento de estilo, gramática, variedades regionales y expresiones idiomáticas. En mi opinión, un buen traductor es, en definitiva, un buen lector, escritor, investigador, y compilador. No un mero manejador instrumental de la lengua. De allí la fuerte competencia que se advierte en este campo.

Como dato ilustrativo, en las entrevistas que he sostenido con traductores titulados para crear una base de traductores documentales de excelencia (para casos de derivación de trabajos), me encontré con que muchos de ellos evidenciaban serios errores al traducir al inglés como lengua meta. Por ejemplo, constaté una fuerte tendencia hacia la traducción literal como medio de transferencia. Recuerdo que en un test de traducción un traductor titulado tradujo la oración “gírelo en dirección de las manecillas del reloj” por “turn it in the direction of the clock hands”.

Como dato anecdótico, acostumbro a solicitarles a mis colegas profesores y traductores que hagan dicha traducción. En general, las aproximaciones que he conseguido son literales o simplemente no pueden traducirla. La traducción técnica correcta es “turn it clockwise”. Esta equivalencia sólo se logra a través del oficio y la investigación. Los ejemplos de este tipo abundan (pueden llegar a miles). También encontré una traducción imprecisa de los llamados false friends (falsos amigos) o cognates (cognados)[13] y fuertes debilidades en el manejo del discurso escrito y de las estructuras morfosintácticas, entre otras.

Lo anterior evidencia un hecho interesante. La competencia lingüística del traductor debe incluir la competencia gramatical, es decir, el conocimiento abstracto de la lengua, y la competencia pragmática, es decir, la capacidad de usar la lengua de manera eficaz. Por lo tanto, es fácil inferir que el conocimiento lingüístico de ambas competencias es un tema complejo en la formación teórica del traductor. En mi opinión, la competencia pragmática sólo se consigue a través de la práctica, es decir, haciendo.

La traducción literaria

La perspectiva literaria de la traducción es aún más compleja. En lo personal, nunca me he atrevido a hacerlo. Aquí el oficio es nuevamente la clave, pues, además de la dificultades que presenta la traducción, el traductor literario debe conllevar la belleza del texto, su estilo y sus pistas textuales, teniendo en cuenta que los estilos pueden diferir entre una lengua y otra. En este sentido, creo que este tipo de traducción la deben hacer escritores y poetas que dominen las lenguas involucradas. Un traductor titulado tal vez no estaría de acuerdo conmigo, pero, el hecho es que la mayor parte de la traducción literaria ha sido y es desarrollada por escritores y poetas, e incluso por religiosos, quienes han contribuido y continúan contribuyendo de manera decisiva a la labor traductora.

Otro dato de interés: la gran carga de trabajo de traducción recae en la modalidad documental. En palabras de Hammond (1992, p. 1), “Hoy, la mayoría de los individuos que trabaja en el campo de la traducción se relacionan más con trabajos técnicos y semi-técnicos que con trabajos literarios”. Nótese que esta autora evita usar el término traductor. Habla de “individuos que trabajan en el campo de la traducción”. Esto viene a confirmar, una vez más, la rivalidad existente entre los traductores titulados y los no titulados, aunque un título no constituye garantía de profesionalismo[14].

La interpretación

He dejado el tema de la interpretación para el final pues aquí tengo escasa experiencia. Aunque me considero un muy buen observador de esta realidad social. De hecho, sólo he sido intérprete en dos ocasiones: para un megaconcierto que se realizó en Santiago de Chile en el año 1990, para el cual fui seleccionado como intérprete de los cantantes británicos David Bowie y Erick Clapton, y con ocasión de la visita de un embajador y su comitiva a la universidad en donde trabajaba en el año 2000. Me fue relativamente bien, pero me di cuenta que esa labor no estaba dentro de mis expectativas de desarrollo profesional.

Sin embargo, por mera curiosidad profesional, me he dado el tiempo de asistir a conferencias con interpretación simultánea y a sesiones de practicum en cabinas[15], conociendo muy de cerca el interesante trabajo que realizan algunos amigos intérpretes. Como resultado, he llegado a la conclusión que en este ámbito el apotegma popular “pastelero a tus pasteles” cobra aún más sentido.

Creo que no basta con conocer el idioma. Hay que tener oficio. ¿Cuántos minutos podría resistir un intérprete en una cabina? Por lo general, se maneja el estándar de 15 a 30 minutos (muchos estudiantes de interpretación tal vez aguantarían menos minutos). ¿Puede un profesor de idiomas asumir el desafío de interpretar y no arriesgar su credibilidad profesional? Puede, pero no debe pues aquí las dificultades lingüísticas podrían complicarse aún más, principalmente por desconocimiento del área de especialización, desconocimiento de la cultura de los expositores, manejo no nativo del intérprete y/o del hablante, y por los frecuentes errores pragmáticos. Dichos fallos, según Agustín (2005) están relacionados con la falta de conocimientos socioculturales y lingüísticos relativos al uso de la lengua meta en contexto. Es decir, no se trata de “salvar la situación” sino más bien de actuar como un puente efectivo de comunicación.

Más aún, según Weber (1990, citado en Hammond, 1992), “los intérpretes intentan transferir declaraciones que se dan en forma oral por los hablantes, lo que representa una cultura en forma hablada que es característica de la cultura de aquellos que escuchan la interpretación”. En otras palabras, el intérprete debe conocer muy bien la cultura tanto del hablante como de su audiencia.

En tal sentido, un intérprete profesional nunca debe aceptar interpretar sin antes conocer el área de especialización - y así tener tiempo para prepararse -, y la procedencia del expositor. Aquí los errores pueden ser críticos, llegando incluso a la incomunicación, tiempos muertos, y falta de sentido de los mensajes. En el mejor de los casos, los errores de interpretación podrían resultar en situaciones tragicómicas pero, me imagino, muy bochornosas para el intérprete y riesgosas para su reputación.

Un intérprete profesional debe manejar como mínimo dos lenguas extranjeras. Por otra parte, hay que recordar que en la interpretación no se dispone de los recursos de la traducción, es decir, diccionarios, referencias de Internet, y consultas a especialistas. Se trabaja en tiempo real, por consiguiente, el trabajo se hace bajo presión. En mis observaciones he constatado que una capacidad esencial del intérprete es el escuchar selectivamente e interpretar el mensaje original de manera fiel. La improvisación aquí puede devenir en serios problemas de comunicación y en la pérdida de la confianza en sí mismo. No ocurre lo mismo con la traducción en donde el cliente puede devolver el trabajo por disconformidad y solicitar su corrección. La interpretación no tiene una segunda oportunidad. Un intérprete depende exclusivamente de su capacidad lingüística y pragmática en tiempo real, destrezas, que, a mi entender, sólo se adquieren mediante el aprendizaje continuo (léase “oficio”).

“La vida es un aprendizaje permanente” dice Fischman (2005, p. 86). Esto aplicado al desarrollo profesional de cualquier disciplina implica mucha observación, investigación y estudio personal.

Conclusión

Como conclusión, para llegar a ser un profesional de la traducción y la interpretación se necesita como primera condición el amar los idiomas, luego vienen las demás destrezas que implican aprender y mantener un alto nivel lingüístico tanto en la lengua fuente como en la lengua meta. Hay que recordar que un profesional eficiente en este campo debe ser un buen lector, escritor, investigador, y compilador. A mi parecer, el descontento que reina en muchos egresados de esta carrera deviene principalmente de la falta de dominio lingüístico y pragmático, de la falta de confianza en sí mismos, de la falta de inmersión cultural, y, en general, de la falta de capacidad de autogestión. Todos estos aspectos no pueden enseñarse a través de un curriculum, los da el propio oficio. Por otra parte, este campo del quehacer se basa esencialmente en el ejercicio liberal de la profesión, por lo que la práctica, la proactividad, y la creatividad en la generación de empleos son factores críticos de éxito.

Bibliografía

Agustín, M. P. (2005). La competencia pragmática y los errores pragmático-léxicos en la clase de ELE. [en línea]. Recuperado el 16 de febrero de 2010, de: http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/asele/pdf/16/16_0094.pdf
Fischman, D. (2005). El espejo del líder. Santiago de Chile: Empresa El Mercurio, S.A.P.
Friedman, Th. (2006). La tierra es plana: breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. Barcelona: Ediciones Martínez Roca, S.A.
González, C. (s.f.). De la competencia pragmático-discursiva a la competencia intercultural. Instituto Cervantes, Munich. [en línea]. Recuperado el 12 de febrero de 2010, de: http://instituto-cervantes.de/es/05_lehrerfortb/Actas06-07/6CGonzalez.pdf
Hammond, D. (1992). The translation profession. ERIC Clearinghouse on Languages and Linguistics Washington DC. Recuperado el 14 de febrero de 2010, de http://www.ericdigests.org/1992-3/translation.htmLlácer, E. (1997), Introducción a los estudios sobre la traducción. Historia, teoría y análisis descriptivos. Cuadernos de Filología, Anejo XX. Universitat de València. [en línea). Recuperado el 15 de febrero de 2010, de: http://books.google.cl/books?id=7tBvSLlXvhkC&printsec=frontcover&dq=investigaci%C3%B3n+sobre+traducci%C3%B3n&source=bl&ots=Bxj_aBtGc_&sig=7z58pqX1tqb_n3VgXZq5NGGeR-E&hl=es&ei=Z-2CS4OpGcuutgfG4JHuBg&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=10&ved=0CB4Q6AEwCQ#v=onepage&q=investigaci%C3%B3n%20sobre%20traducci%C3%B3n&f=false

Notas a pie de página
[1] Se refiere al concepto acuñado por Friedman (2005), en el cual se mezcla el conocimiento global con el conocimiento local. Según este autor, el mundo es plano, por lo que hay actuar de manera proactiva. Hoy se puede hacer cualquier cosa desde cualquier punto del mundo utilizando en forma eficiente la revolución tecnológica de Internet y sus diversos recursos asociados.
[2] La carrera es de traductor e intérprete. Sin embargo, en los foros analizados no se mencionó el componente de la interpretación.
[3] Esta competencia es considerada como un plus o complemento profesional.
[4] La terciarización o externalización se refiere a la transferencia de actividades que se desarrollaban internamente a un tercero (empresa o persona) con la finalidad de reducir costes de administración. En inglés el concepto que se usa es “outsourcing”.
[5] El grado de licenciado en educación no entrega formación en la especialidad.
[6] En toda traducción puede haber una traición implícita a la lengua de origen o meta. De esta manera, se alude a la necesidad que tiene el traductor de omitir, modificar o reemplazar contenidos para ajustar significados.
[7] Trabajé por más de quince años en el Instituto Profesional CIISA, en donde desarrollé el currículum de Inglés Técnico orientado a TI y numerosos manuales para los estudiantes.
[8] Acuñé esta frase para referirme a la enorme cantidad de siglas que aparecen en los textos de carácter técnico, especialmente en el área de las tecnologías de la información.
[9] Habitualmente se habla de la “soledad del traductor”.
[10] Me atrevo a llamarla así pues me considero un traductor profesional y altamente calificado.
[11] Se hace referencia a hacer las cosas bien de una vez.
[12] Estudios demuestran que los profesores de inglés de nuestro país tienen bajos niveles de competencia lingüística, comunicativa y pragmática, aún si cuentan con alguna certificación internacional.
[13] Se denominan false friends (falsos amigos) o cognates (cognados) a las palabras que por escribirse de la misma forma en español son confundidas, pero que en realidad en inglés significan algo distinto.
[14] Basta con revisar nuestra historia para darse cuenta de quienes han sido los “traductores” del legado de la humanidad.
[15] Sesiones destinadas a simular una interpretación real por parte de estudiantes de interpretariado.

Sobre el autor:
El Prof. Vera es Profesor de Estado en Inglés, Licenciado en Educación, Magíster en Ciencias de la Educación c/m en Administración y Gestión Educacional, Magíster© en Docencia e Investigación Universitaria, Magíster© en Currículum y Evaluación, Especialista en tecnologías CALL (Computer Assisted Language Learning), Doctorando en Educación, traductor free-lance, y consultor educacional y lingüístico.

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